lunes, 7 de septiembre de 2009

Diedro Mogoteras

Al atardecer, Fusta y yo, nos ponemos en marcha para escalar otro de los riscos clásicos de la Sierra de Guadarrama, el Peñotillo. Además cuenta en su haber con la reputación de sustentar en sus paredes la escalada más alpina de la comunidad.
Después de abastecernos de agua para la aventurilla intentamos llegar al parking siguiendo las pobres indicaciones de la guía, que por estar Navacerrada de fiestas no nos sirven de mucho. Por fin, La Barranca. Me sorprende la cantidad de gente que hay en el lugar, sobre todo domingueros que deciden tomarse el cafetito a la sombra del monte.
Preparamos los bártulos rápidamente y nos ponemos en marcha. Primero atravesamos una presa hacia la izquierda y nos adentramos en un bosquecito de pinos silvestres. Dejamos este atrás para seguir los hitos que señalan un angosto caminito que serpentea hasta la misma vertiente sur del Peñotillo y de su vivac.
Me llama la atención ver que los hitos de esta ruta están construidos con minuciosa arquitectura, sin duda, algunos podrían ser esculturas, es el camino de los hitos artísticos.



El sol ha dado paso a las estrellas cuando encontramos el vivac. Nos acomodamos como podemos, pues el espacio es reducido, y preparamos una suculenta fabada de bote. Importante reseñar que Fusta es la primera vez que degustará un plato de esta categoría y que se fue a la cama con buen sabor de boca.
Tras la cena, un buen rato de charla anima la noche, mientras los fuegos artificiales de los numerosos pueblos que celebran sus fiestas patronales surgen del mar de luces naranjas que tenemos a nuestros pies. Hasta siete tandas de destellos multicolor pudimos ver aquella noche.
Antes de dormir mi compi recibe la bienvenida por parte de los habitantes del lugar, no muy agradable, sustos y taquicardias nos son las mejores buenas noches.
A la mañana siguiente algo ha pasado, el cielo esta completamente encapotado, el Sol ha dado paso a las nubes, el viento y el frío otoñal. Las ganas de escalar se van volando y comienzan a germinar las dudas, igualito que la vegetación invernal. Decidimos esperar unas horas a ver si la suerte nos acompaña y podemos escalar un poco.
Ha habido suerte y algunos restos del añil cielo sobre nuestras cabezas nos convencen de empezar la ascensión. Se trata del Diedro Mogoteras (V+), una clásica del lugar y de la Sierra madrileña. Es una escalada muy corta pero con dos largos muy buenos, dentro de su grado. Así que bien se merece una pateada para repetirla.



El primer largo...en realidad, no llega a tanto, más bien se trata de una trepada de III grado que atraviesa, por un agujero, un bloque empotrado en el geométrico diedro.




El segundo largo es para Fusta. La guinda del pastel. Comienzas encaramado al lado derecho del diedro, ascendiendo por la placa, llena de buenos cristales y regletas. Entre movimientos mi compañero se desplaza a su izquierda para emplazar un friend. La tirada cuenta con un clavo a mitad del largo, aparte de el utilizamos camalots de 2, 3 y 4. Se trata de una escalada muy bonita, técnica, aérea y disfrutona, aunque es necesario manejar los nervios y visualizar bien los movimientos.







El segundo y último largo es para mi, un IV+ muy bueno. Es un poco más enredado que el anterior, pues ya sales de la guía que proporciona el diedro, es importante buscar el mejor camino. Primero asciende por un espoloncito con buenos cantos hasta plantarte a los pies de una fisura ancha y un diedro con un clavo cochambroso. Si se plantea la duda, siempre por el camino más fácil, a nuestra derecha aparece una serie de pies contundes, que a modo de repisa conecta con una fisura, ambas forman una especie de punta de flecha, es por ahí. Después de estos pasos llegas a un canalizo que en oposición se sube de maravilla. Al final de este montas reunión y solo queda trepar hasta la cumbre.
Ya en la cumbre las nubes se han levantado y nos permiten contemplar una nueva panorámica del mundo de los humanos que no conocíamos. A nuestra izquierda esta la Maliciosa, que no parece tan amenazadora. Más allá la Pedriza, con su portentoso Yelmo que se alza furioso contra el cielo. Unas maravillosas vistas que deben ser vividas y recordadas por cualquier montañero madrileño.



Después de un ratillo en la cima bajamos rápidamente, primero siguiendo unos hitos y luego por la pedrera que separa los dos risco. En veinte minutos estamos en el vivac donde comemos y bebemos algo.
Tras otra buena conversación, que ya será contada, sobre música, tiramos para abajo.
Un bonito sitio donde escalar y contemplar un bello paisaje, lo ideal sería combinar varias vías porque si no la actividad se queda un poco corta, pero aún así se trata de una forma de escalar que no abunda en nuestra querida y humilde Sierra.
Mucho monte!!!

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