miércoles, 2 de diciembre de 2009

De cabeza al Hueso…


El otoño en la Pedriza coincide con el final de la lista de aspiraciones verticales que mi compañero Fusta y yo firmamos hace casi un año.
Bajo el rutilante follaje otoñal de los robles, que luchan por hacerse un lugar entre las enjutas coníferas, seguimos el tumultuoso arroyo que bordea la autopista de la Pedriza.
Vamos hacia la Peñalarco, uno de los riscos más caprichosos de este museo geológico. Se trata de un arco de roca granítica que desafía a la gravedad con soberbia insolencia y que cuenta en su espolón con uno de los recorridos de mayor belleza y leyenda de este rincón serrano. Su expuesta y voraz chimenea de entrada ha amilanado a más de una cordada y, aunque la dificultad técnica de esta no sobrepasa el V grado, será necesario realizar un ejercicio de valor para superarla.
Por fin estamos ante nuestro reto del día, la vía Fulgencio o Espolón del Hueso, nombre con que los escaladores conocen al monolito. El itinerario marca una dificultad máxima de v+/6a en su segunda tirada, sin embargo, la principal penalidad reside en reptar unos 18 metros hasta el único seguro fiable que presenta su primer largo, la famosa chimenea.
Mi compañero Fusta es el encargado de lanzarse a la lucha. Se encaja entre el gran arco y la llambría y empieza a ascender como el instinto mejor se lo indica. A los pocos metros existe la posibilidad de asegurar con un alien, pero solo será providencial para la psicología del escalador. Fusta vence estos claustrofóbicos metros hasta que la estructura pétrea cede verticalidad y es posible salir de sus fauces para ascender en oposición cómoda y con sendos reposos. Esta sección del largo es agradable, aérea y la más recomendable. Hasta alcanzar el único spit que surge oportunamente antes de enfrentar los movimientos más penosos y complicados. Es necesario volver a introducirse en la chimenea, pero el granito muestra pocos relieves así que manos, piernas y espalda tendrán que trabajar duramente para arrastrarse, mientras ganamos altura y alcanzar la reunión.




Ahora es mi turno de enfrentar al Hueso, me toca el estético segundo largo. Escenario de míticas y hermosas fotografías pedriceras. Este discurre insolentemente por el espolón de la formación granítica. Primero escalo hacia una fisura muy clara que recorre el flanco izquierdo, utilizo un Camalot del 3 para proteger el paso. Posteriormente, ya a lomos del Hueso, sigo recto persiguiendo la seguridad de los spits hasta situarme bajo un pequeño techo de forma triangular. Meto los dedos en los agujeros de su base, probablemente labrados por el trajín de las clavijas que pusieron otros antes de que nosotros pasáramos por aquí. Poco a poco, luchando contra la verticalidad de la sección, continuo ascendiendo. Localizo otro resto de las aventuras pasadas, unos tallados. Sin utilizarlos logro superar el tramo para arribar a la seguridad del relevo. Contemplando los colores que el otoño deja en la Pedriza, aspirando el refrescante aroma del arroyo y escuchando las plumas de los buitres cortar el frío de noviembre aguardo a que llegue el Fusta.





Es una pena que los siguientes largos pierdan entidad, sin embargo, no olvidemos que bajo nuestros pies quedan dos tiradas maravillosas, con una personalidad apabullante, donde habrá que desplegar nuestras mejores artes, tanto corporales como mentales. Fusta vuelve a la carga. Con la tranquilidad de haber dejado atrás lo más complicado se sumerge en una placa tumbada, protegida por algún parabolt solitario, que desemboca en un mar de setas rocosas donde agarrarse y ahorcar con cintajos.



Nuestro último largo del día me lo doy yo. Un murete verde surcado de buenos asideros y con algunos seguros. Una tirada para disfrutar de la atmósfera que nos envuelve, sonreír por la escalada que queda en nuestro recuerdo y agradecer el hermosos momento que hemos compartido atados por la cuerda.



Una vez asegurados en la reunión, nos felicitamos por la escalada, comentamos los largos que hemos escalado y fantaseamos con las próximas y futuras aventuras montañeras que nos esperan juntos. Aunque el Hueso no posea una cumbre alzada al cielo, la belleza del itinerario y la singularidad de su naturaleza convierten a la Fulgencio en una de las vías más hipnóticas de la Pedriza.



Desde la siguiente reunión existen dos opciones. La primera, es seguir un largo más para después rapelar por las vías que dejamos a nuestra izquierda. La segunda, la que nosotros elegimos, hacer una travesía, expuesta pero fácil, para ganar una reunión que se vislumbra a nuestra derecha. Perteneciente a la línea que sigue la vía Lucas, esta opción nos depositará después de un espectacular rapel de 60 metros en el suelo. Todo un lujo para terminar una de las ascensiones más míticas de nuestro particular vergel geológico.





Mucho Monte!!!!

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